Jairo Garcia fue un niño que vino desde el río Magdalena a poblar el actual barrio Gran Britalia.
Desde muy niño don Jairo es un "personaje", y entre la familia García eso es todo un mérito, pues en sus relatos se destaca ese amor por la vida del campo que se dio en abundancia aun cuando la guerra ya recorría a hierro los senderos de nuestro país. Una adolescencia que se vivió a las riberas del río magdalena en el Huila, atravesado a brazo como dice don Jairo, donde la pesca era el trabajo diario y la cosecha de plátano y yuca. Luego, recuerda don Jairo, que a comienzos de los años 70 y de luego haber estado entre Neiva y Cundinamarca, llegaron a Bogotá a vivir con los tíos a los graneros de la estación de la Sabana, en el centro de Bogotá, aun cuando esto le traía malos recuerdos a don Calixto Garcia el padre de nuestro invitado, que en el terrible 48 (1948) había perdido a una hermana en el tropel enardecido de ese dia... De los días soleados con sus rutinas de trabajo, se vivía navegando el río, caminando sus playas, cazando entre el monte como un juego entre niños, niños libres que podían correr por caminos iluminados por el cielo ecuatorial, privilegiado ojo del universo. Estos recuerdos vienen como rafagas de luz que se asoman en sus ojos oscuros. Hablar del territorio lo hace ir al pasado, porque tal vez esos humedales y lagunas que encontró en esta Bogotá que empezaba a urbanizarse, le traían los recuerdos de sus ríos, y que tal vez acá, en este lado más occidental de la sabana podrían realizar el sueño de vivir en paz. Ha transcurrido medio siglo mientras don Jairo ya no vio crecer la yuca, o los peces abundantes del Magdalena, ya no viajo más en tren ni a pie, más bien vio crecer de manera desigual y entorpecida lo que muchos llaman como Kennedy. En medio de todo don Jairo aprendió lo que era útil para la ciudad, construyó casas, hizo zanjas para la Casa Vecinal del niño, arreglo miles de televisores, lavadoras, equipos, plantas industriales pues también es técnico en electricidad y electrónica y la ejerce hace ya más de 30 años.
Los invitamos a escuchar la memoria viva de nuestro territorio.
Los relatos de sus primeros pobladores.
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